Brígida García
bgarcia@colmex.com
El Colegio de México, México
Irene Casique
irene@crim.unam.mx
Universidad Nacional Autónoma de México, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM), México
¿Podrías compartirnos qué circunstancias y motivaciones te llevaron a estudiar Demografía?
Llegué a El Colegio de México en 1969, proveniente de la República Dominicana. Me habían admitido en la Maestría en Demografía en su tercera promoción, después de que estudié en los Estados Unidos lo equivalente a una licenciatura en Sociología. Previamente había trabajado como profesora en la Universidad Pedro Henríquez Ureña en Santo Domingo, pero las opciones para consolidar una carrera profesional en mi país natal en ese entonces eran escasas. Yo quería hacer un posgrado en Chile o en México, dado el contexto histórico de aquellos años, así como los vientos que corrían a favor de afianzar la identidad y las contribuciones científicas latinoamericanas. No sabía mucho sobre Demografía, pero los documentos que explicaban el programa y las facilidades que recibí en El Colegio de México me hicieron decidir por esta institución en la que he permanecido por más de cuatro décadas.
El ambiente que encontré en México fue muy estimulante, pero a la vez muy competitivo. Las materias con orientación social me eran familiares y accesibles, pero pasé momentos difíciles para actualizar mis conocimientos de matemáticas y estadística. Corrí con la suerte de encontrar a un grupo de actuarios que me apoyó en esa dirección, y gracias a ellos pude aprobar esos cursos con razonablemente buenas calificaciones. Comparto estas experiencias porque estoy absolutamente convencida de que los profesionales de la Demografía y/o de los estudios de población debemos tener algunos conocimientos básicos de los aspectos formales y sociales de nuestra disciplina, aunque luego nos especialicemos en algunos de ellos en particular.
Cuando terminé la Maestría en 1971, fui invitada a colaborar como profesora- investigadora en lo que era el Centro de Estudios Económicos y Demográficos (CEED) de El Colegio de México. Formé parte de un grupo que tenía como encomienda el análisis de la primera encuesta de fecundidad rural, bajo la dirección del Maestro Raúl Benítez Zenteno. En ese marco inicié mi carrera como profesora e investigadora, cuando el crecimiento demográfico del país era muy elevado, lo cual había estado en la base de la creación de nuestro centro de estudios. A partir de allí he visto crecer y diversificarse la comunidad demográfica de México y América Latina. Ha sido muy estimulante.
¿Cuáles han sido tus principales temas de investigación? ¿A cuáles temas has dedicado mayor tiempo o esfuerzo y por qué? ¿Tienes alguno(s) temas pendiente(s) que te gustaría todavía abordar?
Al inicio, como muchos de los integrantes de mi generación, me dediqué al estudio de la fecundidad, e impartí en varias ocasiones una materia sobre ese tema en el posgrado de El Colegio, en colaboración con Beatriz Figueroa. Mi investigación sobre fecundidad también me acercó mucho a los trabajos de la entonces Comisión de Población y Desarrollo del Consejo Latimoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), especialmente en lo que correspondía al grupo de trabajo sobre reproducción humana. En este grupo conocí más de cerca a colegas mexicanos y latinoamericanos que marcaron mucho mi trayectoria. Siempre tratábamos de ser críticos de los esquemas teóricos hegemónicos y buscábamos construir marcos explicativos sobre lo que estaba ocurriendo en nuestros países teniendo como base el sistema económico y social imperante, así como nuestra aguda desigualdad social.
Además de lo anterior, el centro de mi actividad profesional durante muchos años ha sido el estudio del trabajo desde múltiples facetas. Primero abordé aspectos particulares de la conexión entre fecundidad y participación femenina en el mercado de trabajo, pero también he llevado a cabo investigaciones de más largo aliento sobre los cambios en las condiciones laborales y las respuestas familiares a medida que ha ido cambiando la estrategia de desarrollo económico de México y de América Latina. En este recuento no quiero dejar de mencionar que en las discusiones de nuestros programas docentes en El Colegio de México he argumentado de manera frecuente que el estudio de la población económicamente activa es una parte central y no marginal de la disciplina demográfica. Impartí la materia de población económicamente activa de manera conjunta con Edith Pacheco durante muchos años hasta que me jubilé el año pasado.
En particular, el trabajo femenino ha sido un tema que me ha apasionado mucho, y este interés se vio reforzado con la adopción de la perspectiva de género. Me he empeñado en documentar las características y los cambios en la participación laboral de las mujeres, y en procurar desentrañar el significado de estos cambios para la condición femenina y su relación con la maternidad. En este aspecto, mi colaboración profesional con Orlandina de Oliveira ha sido de especial importancia. En años recientes me he centrado en el trabajo femenino no remunerado (doméstico y de cuidados), y así me he sumado al esfuerzo por visibilizar una de las contribuciones más relevantes de las mujeres a la reproducción de la sociedad. Todos estos temas ofrecen muchos desafíos y están cambiando de manera constante, por lo que pienso que todavía tengo bastante a lo que dedicarme profesionalmente.
Y en tu opinión ¿qué tiene de particular la Demografía como disciplina para aportar a la investigación y conocimiento de los problemas sociales? En lo que concierne a tu trabajo de investigación, ¿qué te proporcionó? ¿la complementaste con otras disciplinas?
La demografía me ha ofrecido mucho como disciplina para comprender las transformaciones de los fenómenos que he investigado. Suelo siempre preguntarme cuál es el impacto de lo que estoy estudiando para la población y la sociedad en general; me preocupa situar bien el grupo de referencia en lo que concierne a su exposición al riesgo de experimentar un evento particular; y como he tenido que privilegiar las fuentes de información transversales, estoy muy consciente de las posibilidades y limitaciones de esta perspectiva donde mezclamos el comportamiento de diferentes cohortes. Sin embargo, por la naturaleza de lo que estudio, y por mi entrenamiento previo como socióloga, ha sido frecuente que recurra a esta última disciplina, sobre todo para definir los problemas de investigación e interpretar mis hallazgos centrales. Es por esto que me defino como sociodemógrafa.
Para mí, es muy relevante tener en cuenta los rasgos primordiales de la estructura social en la que se enmarca el comportamiento demográfico. He dedicado varios trabajos a la discusión de cómo conceptulizar y medir la desigualdad social que nos caracteriza. Sabemos que con las encuestas y censos nos quedamos cortos para definir clases, estratos o sectores sociales. Sin embargo, considero que mis escritos y los equipos de investigación en que he participado, así como las tesis de posgrado que he dirigido, aportan elementos valiosos en esta dirección que espero se sigan retomando por parte de las nuevas generaciones.
También reconozco el papel de los aspectos mediadores, especialmente en el caso de los hogares y las familias. La premisa de que la oferta de mano de obra no está constituida por individuos aislados, o la constatación de que migrantes y nativos forman parte de las mismas unidades domésticas, han acompañado gran parte de mi vida académica y de mi actividad docente y de dirección de tesis. Como sabemos, las familias no sólo son instancias mediadoras, sino también unidades de análisis y objeto de estudio en sí mismas. El último libro en el que he estado involucrada, y en el que colaboré estrechamente con Jéssica Nájera, es un claro ejemplo de todos estos aspectos referidos a los hogares y las familias en México1.
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1 Nájera, Jéssica, Brígida García y Edith Pacheco (2017), Hogares y trabajadores en México en el Siglo XXI, México, El Colegio de México.
Finalmente, en algunas ocasiones también he incursionado en el estudio de la subjetividad. Las entrevistas en profundidad me han aportado cuestiones invaluables y, sobre todo, no previstas por el trabajo de escritorio. Yo sé que los demógrafos tenemos acceso a muchas fuentes de información secundarias, pero recomiendo enfáticamente que en algún momento de la carrera profesional se diseñen estudios que nos acerquen más a las mujeres, hombres, jóvenes y niños/as que nos interesan.
En la segunda mitad del siglo XX comenzó el crecimiento de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo. Ha sido un proceso con distintas velocidades, y que ha alcanzado distintas magnitudes hasta el día de hoy, pero parece haber iniciado un cambio sin retorno. Tú has dedicado buena parte de tu investigación a este tema ¿cuándo dirías que se convierte en una temática relevante para la Demografía? ¿por qué? ¿y cuándo se hace importante para ti y por qué?
En gran parte de los esquemas sociodemográficos interpretativos, el estatus, la situación o la condición de las mujeres juega un papel central. Generalmente, aunque no siempre, con esto se hace referencia principalmente a la escolaridad y/o al trabajo femenino remunerado. Se trata de procesos que han cambiado radicalmente la vida las mujeres en las últimas décadas, aunque como se indica en la pregunta, han avanzado a diferentes ritmos.
Desde que me inicié como investigadora me despertó mucha curiosidad intelectual saber qué estaba ocurriendo con el trabajo femenino remunerado, y las encuestas de fecundidad nos ofrecían muchas pistas al respecto. Recuerdo muy vivamente cuando pudimos comprobar Orlandina y yo que las mujeres mayores y con hijos también estaban incrementando su participación en el mercado de trabajo además de las más jóvenes, es decir que había cambiado el perfil de la mano de obra femenina en México. En ese entonces lo atribuimos principalmente a las estrategias de sobrevivencia puestas en marcha por las familias en la crisis de los años ochenta del siglo pasado. Pero hoy también habría que hacer más hincapié en las transformaciones económicas que México ha puesto en marcha y que ofrecen más espacios laborales a las mujeres.
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2 García, Brígida y Orlandina de Oliveira (1994), Trabajo femenino y vida familiar en México, México, El Colegio de México
Con la introducción de la perspectiva de género en la sociodemografía se potenció de manera especial el interés por desentrañar las particularidades del trabajo femenino remunerado y no remunerado —entre otros aspectos— así como su impacto sobre los fenómenos demográficos. Las conferencias del Cairo y Beijing en los años noventa fueron cruciales en este sentido y nos impulsaron a muchos demógrafos para profundizar en las relaciones de subordinación entre mujeres y hombres. De manera especial, tuve la oportunidad de impulsar muchas actividades en la Sociedad Mexicana de Demografía (SOMEDE) y en la Unión Internacional para el Estudio Científico de la Población (IUSSP) en el campo de población y género. Hoy veo con beneplácito que las cuestiones de género se abordan de manera muy fluida en los estudios poblacionales mexicanos, además de lo que ocurre en el ámbito internacional.
¿Cómo caracterizarías el proceso de participación de las mujeres en el mercado laboral en América Latina y/o México? ¿Qué lo diferencia de otras regiones?
Sabemos que no es la participación en el mercado de trabajo en sí lo que puede facilitar los cambios en la condición femenina, sino más bien el control de recursos económicos y las aportaciones de las mujeres a la sobrevivencia familiar, entre otros factores. Y en este contexto cuenta mucho el tipo de trabajo remunerado que llevan a cabo las mujeres y sus características particulares. En el caso de América Latina, México y otras partes del mundo no desarrollado, el trabajo no asalariado es especialmente importante. Las mujeres generalmente recurren a este quehacer porque les ofrece mayor facilidad para compatibilizar actividades que generan ingresos con sus responsabilidades familiares. Muchas veces estos trabajos por cuenta propia son especialmente precarios, la remuneración que se obtiene a partir de ellos es marginal, y no ofrecen las posibilidades para generar mayor autonomía en la toma de decisiones y libertad de movimientos.
Lo anterior nos quedó más claro cuando investigamos el trabajo femenino remunerado y sus diferencias en varias ciudades y sectores sociales mexicanos. Las mujeres de sectores medios, con mayor escolaridad y que usualmente desempeñaban ocupaciones no manuales como las profesionales y técnicas, afirmaban que su contribución era central para sus unidades domésticas y que participaban de manera relevante en la toma de decisiones y en el control de su reproducción biológica. En cambio, las mujeres de sectores populares, lamentablemente tan importantes en nuestros países, aportaban o valoraban en menor medida su contribución a la manutención de sus familias, aceptaban con mayor facilidad que el marido ejerciera la autoridad y en muchos casos tenían que pedir permiso para salir de sus casas.
¿Cuáles consideras que son los cambios más importantes que plantea esta más amplia participación laboral de las mujeres a la sociedad? (a las mujeres, a las parejas, a las familias, a la economía, al desarrollo de los países)
Estoy absolutamente convencida de que los cambios que estamos observando en el trabajo femenino remunerado, y por lo tanto en el proceso más amplio de división sexual del trabajo, tienen un potencial transformador de gran envergadura para todas las personas involucradas y para la sociedad en general. Desafortunadamente, todavía el promedio de las mujeres no percibe el mismo salario que los hombres, especialmente en nuestro contexto mexicano y latinoamericano, aun cuando tengan las mismas calificaciones y lleven a cabo tareas equivalentes en términos de horarios y otras condiciones de trabajo. Esto rige para todo tipo de ocupaciones, aun las más calificadas.
Desafortunadamente, todavía el promedio de las mujeres no percibe el mismo salario que los hombres, especialmente en nuestro contexto mexicano y latinoamericano, aun cuando tengan las mismas calificaciones y lleven a cabo tareas equivalentes en términos de horarios y otras condiciones de trabajo. Esto rige para todo tipo de ocupaciones, aun las más calificadas.
Asimismo, están ampliamente documentados los efectos muy indeseados de este proceso como podríamos catalogar a la sobrecarga que tienen muchas mujeres con el ejercicio simultáneo del trabajo remunerado y el no remunerado, y la todavía escasa participación de los varones en las tareas reproductivas.
Por último, es ciertamente preocupante el resultado de algunas investigaciones que indican que las mujeres se enfrentan a mayores niveles de violencia cuando generan algún ingreso y cuestionan la autoridad masculina.
No obstante todo lo anterior, es crucial no perder de vista el panorama más amplio y seguir transmitiendo la idea de la importancia de eventualmente lograr una división del trabajo más justa y mejor reconocida entre hombres y mujeres. Como ha sido establecido en prácticamente todas las recomendaciones internacionales actuales, el aprovechamiento del potencial femenino en todos los aspectos debe de ser una meta del cambio demográfico y del desarrollo sostenible de nuestros países.
Hasta ahora hemos tratado principalmente lo relacionado con el trabajo femenino remunerado. ¿Qué nos puedes decir del esfuerzo por estudiar y visibilizar el trabajo no remunerado (doméstico y de cuidados)? ¿Ha sido fructífero, desde tu perspectiva, el involucramiento de los demógrafos en este campo?
En México, así como en otros países de América Latina, ha tenido lugar una verdadera expansión de los estudios sobre trabajo doméstico y de cuidado, motivada en buena medida por la mayor concientización sobre su importancia y el esfuerzo continuo de los organismos internacionales, de la sociedad civil por hacerlo visible, así como por el estímulo que han recibido las encuestas de uso del tiempo. Muchos demógrafos, tanto jóvenes como algunos con mayor experiencia, hemos participado en este esfuerzo con buenos resultados, desde mi perspectiva. Las herramientas que nos proporciona nuestra disciplina son especialmente útiles para evaluar esta información y conocer sus alcances en lo que respecta a distintas áreas geográficas, localidades rurales y urbanas, rasgos sociodemográficos básicos como edad, escolaridad, participación laboral y condición étnica, entre otros aspectos.
Los resultados de las investigaciones sobre trabajo doméstico y de cuidados han permitido no sólo estimar la sobrecarga de trabajo femenino, sino también ubicar en qué aspectos podemos esperar algún cambio en lo que concierne a la participación masculina en el trabajo no remunerado. Los varones más jóvenes y más escolarizados suelen reportar mayor involucramiento en su vida reproductiva, sobre todo en lo referente al cuidado de sus hijos. Asimismo, hoy hemos aprendido a diferenciar lo que ocurre con distintos tipos de cuidados. Hemos encontrado que la división del trabajo por género es más inequitativa en lo que respecta al cuidado de los niños y niñas que en lo que toca al cuidado de adultos mayores y población discapacitada.
¿Qué reclama hoy mayor atención en tus temas de investigación y qué sugerencias harías, especialmente para los jóvenes demógrafos?
Esta es una pregunta muy importante. Ameritaría que hiciera una evaluación más a fondo de lo que se está produciendo académicamente en este momento en mis áreas de especialidad, pero comparto algunas reflexiones que pido se tomen como iniciales. En la investigación laboral tenemos que mantener diagnósticos actualizados sobre lo que ocurre en nuestros precarios mercados de trabajo. Sabemos que los avances tecnológicos, especialmente el internet, han permitido y/o desencadenado un sinnúmero de nuevas formas de trabajo impensables hace algunos años, pero que no necesariamente han beneficiado a los que las adoptan. Hay quienes las defienden por ser más flexibles y permitir la compatibilidad con la reproducción familiar, y hay quienes plantean que son fenómenos modernos de explotación de la fuerza laboral. Necesitamos fundamentar de manera más precisa todo tipo de posiciones y escuchar también el punto de vista de los hombres y mujeres jóvenes, quienes suelen ser los primeros en desempeñar estas tareas ante la escasez de otras ocupaciones.
En el caso de México también es imprescindible que fomentemos trabajos de evaluación sobre las nuevas políticas laborales que está poniendo en marcha el gobierno de López Obrador. Se está apoyando financieramente a una especie de trabajos de aprendizaje en las empresas para los más jóvenes como una forma de paliar la falta de dinamismo en el mercado laboral, y habrá que ver si esta política ofrece resultados más positivos que otras similares puestas en práctica en el pasado.
Por lo que respecta a las familias, hay mucha inquietud sobre las nuevas formas de familia en el mundo. Considero que podríamos ampliar nuestros estudios en este campo también, tanto en México como en América Latina. Hemos documentado el crecimiento de uniones consensuales de todo tipo; también la necesidad de generar varios ingresos para sostener una familia promedio y la estrategia de desplazarse nacional e internacionalmente para intentar lograrlo. No obstante, podríamos hacer más para profundizar en las respuestas familiares ante estos procesos tan vigentes en este siglo XXI.
Finalmente, no puedo dejar de mencionar los importantes retos que tenemos para consolidar el campo de población y género. Han tenido lugar en nuestro medio fenómenos muy importantes como el avance en la igualdad de género lograda por lo menos en el poder ejecutivo y el legislativo, y de manera muy reciente la despenalización del aborto en Oaxaca, una de las entidades federativas más rezagadas en México, además de la despenalización que tuvo lugar en la capital. Sin embargo, ha sido muy desafortunada la escalada de la violencia en los últimos años, y en especial la que tiene que ver con los feminicidios. Es imprescindible tener más demógrafos involucrados en este campo porque nuestra disciplina tiene mucho que aportar a su entendimiento y a la formulación de políticas para prevenirlo.